Si hay dos cosas fundamentales que debe realizar la Federación Española es promocionar el deporte de la canasta y preservar el legado de su historia. Si hay algo en lo que merece la pena gastar dinero es en encontrar a las primeras mujeres internacionales con España. Recordar la aquellas pioneras de 1963 cuando estamos a unos días de que se cumpla el 50 aniversario de la primera selección española femenina de nuestro baloncesto.
Como homenaje, la FEB ha trabajado estos meses en un homenaje a aquel grupo de jugadoras, de las que dos han fallecido ya desgraciadamente, como también murió su seleccionador.
Las nueve que pudieron desplazarse a Madrid estuvieron en el Espacio 2014 para un acto en el también estuvieron desplazarse jugadores de generaciones posteriores, las campeonas de Europa de 1993, primera medalla del basket femenino. Así hasta llegar a las actuales componentes de la selección que la próxima semana se dispone a buscar medalla en el Eurobasket de Francia.
Mari Paz Gómez, Mari Cruz Hurtado de Mendoza y Maldonado, Mª Isabel Díez de Lastras, Luisa Puentes, Mabel Martínez Ortíz, Monserrat Bobee, Mª Luz Rosales, Mª Josefa Senante, Ángeles Gómez Mínguez, Teresa Pérez, Antonia Gimeno, Teresa Tamayo y Teresa Vela,entrenadas por Cholo Méndez, fueron las integrantes de la primera selección en esos partidos en 1963, disputados en Barcelona y otras localidades cercanas a la Ciudad Condal.
Ni que decir tiene que eran otros tiempos, que no era fácil hacer deporte para las mujeres en aquella terrible España franquista y que no había medios como los que había 25 años después, como no había dinero y todo era amateur. Hasta alguna se tuvo que pagar el viaje para estar con España, según comentaron y desde luego, se pagaban su ropa y zapatillas, como cuentas en un vídeo con distintas vivencias y anécdotas preparado para este homenaje.
¡Que tiempos!. Yo jugue en 65 y 66 en Madrid en los equipos de Hermandades del Trabajo. Nos entrenaba un jugador del Madrid. Llevabamos falda pantalon de un algodon tieso que en cuanto hacía calor era horrible; como no había camiseta de mi talla, llevaba un jersey de mi madre al que cosí el número 5, ese si me lo dieron; las botas y los calcetines las regalaban los americanos de la base de Torrejón y el número más pequeño pasaba del 40, con lo cual teníamos que enrollarnos la puntera del calcetin gordo de algodón para rellenar; en el invierno entrenábamos en los campos de tierra de las piscinas de Hermandades y en el buen tiempo en la terraza de uno de sus edificios detrás de la Gran Vía, donde nos ponían unos cubos de agua en los que metíamos la cabeza de vez en cuando para refrescarnos…
A pesar de eso me enamoré de este deporte y ahí sigo, disfrutando y sufriendo, según toque, con mi Estu.
Muchas gracias por traernos tus recuerdos
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