Este domingo hubo una misa especial en la parroquia Estudiantes: se oficiaba un homenaje al jugador más carismático que vistió su camiseta en el siglo XXI, Pancho Jasen.
Se podrá discutir si ha sido el mejor en estos últimos 20 años, pero no que ha sido el que más llenó, con diferencia, de orgullo el corazón de la afición colegial.
El argentino llegó siendo un desconocido desde el Gijón y apenas destacó en sus dos primeras temporadas, pero luego fue ganando peso en el equipo de Pepu Hernández y fue el emblema del equipo del 2005 al 2011.
Jasen no es que vistiera la camiseta azul, no, lo que pasaba es que su piel era ya la camiseta. Interiorizó tanto lo que es el ‘Estu’, su historia, sus valores y su afición que se convirtió en inolvidable.
Para la historia queda su garra, sus triples, sus posteos, su adaptación al puesto de falso dos para vivir grandes duelos contra Bullock o Basile. La canasta ganadora en Valladolid para evitar un descenso, la final de la Liga contra el Barça, su dolorosa marcha del club, su regreso con el Cajasol para recibir una gran ovación…
Pero eso, pienso, da igual. Cuando un jugador es un emblema y se mete en el corazón de la gente, da igual si ganó muchos o pocos partidos.
Pocas veces un homenaje a un ex jugador es tan obligado.