
Aquí nos lo relata nuestra colaborador Mariano Galindo.
Precisamente su propia experiencia tras colgar las botas es la que intenta transmitir en la Fundación Johan Cruyff. Ahí llegó tras varias etapas profesionales para ofrecer a los todavía deportistas asesoramiento, planificación y soporte acerca de lo que deben hacer cuando abandonen el deporte y cómo prepararse para adoptar esta decisión.
Crespo ganó dinero y títulos. Fue 19 veces internacional con España, campeón de 2 Ligas y 2 Recopas con el Barça y de una Copa del Rey con la Penya, aunque se retiró pronto, en 1997 y con sólo 31 años. La pasada semana cumplió 46 años y los buenos aficionados le recordarán como un alero alto para la época, de 2,01 y buen triplista que fue saltando del Barça al Joventut, regresó al Palau, dos años en León, otra etapa azulgrana y una última en Badalona más la temporada 1994-95 en el antiguo Pamesa Valencia.
En esta entrevista para nuestra web recordamos a uno de nuestros clásicos modernos dentro de la serie que compone nuestra sección ‘Qué fue de…’. Aquí puedes ver los reportajes que dedicamos a Harper Williams y a Manuel Aller.
¿Por qué decides retirarte?
Lo hago cuando mi rodilla dice basta. Decidí dejarlo al cien por cien. Me dolió muchísimo tomar esa decisión, porque desde los 16 años me había movido en dinámicas de primeros equipos. La retirada es un proceso curioso. Los primeros días, cuando el resto vuelve a la práctica y se ha acabado el verano, que ha sido fantástico, alargas las vacaciones, disfrutas. Pero la pregunta, pasados los meses termina llegando: ‘¿Ahora qué se hace?’ Es una situación complicada y a mí me faltaban los mimbres para gestionarla. Debería haber estado preparado mejor de lo que lo estuve.
¿Cuándo sentiste que se acababa para ti el baloncesto?
No es fácil ver el momento. A mí me vino muy joven. Cuando estás todavía en activo y dispones de dos o tres años por delante crees que cuando lo dejes, vas a tener a mucha gente en la puerta con un trabajo para ti porque eres Xavi Crespo.
No fue así.
Para nada. Te dicen aquello de que te pongas a entrenar (a mí no me gustaba y tienes que ser realmente bueno). No te van a dar un equipo de ACB nada más sentarte en un banquillo. Algunos me pedían que les mandase un curriculum y yo me decía ‘¿qué pongo?’ Desde los 16 años lo único que había hecho había sido jugar al baloncesto.
¿No estudiaste?
Aparece entonces la Fundación Johan Cruyff.
Hice un máster y luego ellos me ofrecieron empleo. Lo cogí, era un proyecto chulo. Había que explicar a los deportistas que, a diferencia de lo que yo creía, es más difícil de lo que pensamos que alguien vaya a tu puerta, así por así, a ofrecerte trabajo.
Vemos que fue complicadísimo el tránsito de la vida deportiva a la vida cotidiana.
Es que he pasado por todos los estados. Del éxito a sufrirlas y vérmelas fatal económicamente. Yo, que gané más dinero que el que la mayoría de la gente ganará en su vida… Cuando tienes mucho, gastas mucho. Por eso yo ahora intento ayudar a que otros no cometan esos fallos. Busco concienciarles de que se formen, de que tengan perspectiva, conocimiento, de que cuiden el dinero, porque se van a jubilar pasados los treinta. Esto no dura para siempre, eso les intento meter en la cabeza. Y también que no todo es deporte, que cuiden las fianzas, que hay vida más allá. El baloncesto, el deporte, te da muchas cosas y cuando eso finaliza hay que aprovechar esas vivencias.
Toda esta nueva realidad te vino a los 40 años.
Nada de crisis por pasar esa frontera. Soy feliz, hice cambios en mi vida, analicé, me divorcié. Soy mucho mejor ahora que cuando jugaba. Me siento un privilegiado porque viví 16 años de lo que más me gustaba, el baloncesto. Hacía lo que yo quería. Soy consciente de que como jugador experimenté cosas y sensaciones que jamás volverán.
¿Lo echas de menos?
Hay cosas que sí. La adrenalina que tienes antes de disputar una final, el momento de saltar al campo. La posibilidad de jugar este tipo de partidos, ver cómo funciona y gana un equipo…eso sí que lo echo en falta.
Tuviste buenos padrinos en tus comienzos.
Me adoptaron al empezar en el Barcelona Sibilio y Dela Cruz, dueños del vestuario y yo ahí, con 15 años, iba a todos los sitios con ellos. No me dejaron pagar nada hasta que no firmé mi primer contrato profesional. Llevaba maletas, porque no era nadie. Tenía que ganarme el puesto, el respeto. Eso quizá ahora se ha perdido.
¿Es tan irreal como parece así contada la vida de un deportista de élite? ¿Está tan lejos de la realidad el deporte?
¿Qué recuerdos se te quedan de tus más de tres lustros en el baloncesto?
Los peores, las lesiones. Lo mejor, es complicado, hay mucho donde elegir. La Recopa que gané en Grenoble fue sensacional. Más allá de las canchas, una cosa muy especial. Una vez en un restaurante, a Andres Jiménez y a mí nos vino un matrimonio que acababa de perder a su hijo y nos dio las gracias por haberle visitado en el hospital. No eres consciente de la felicidad que puedes dar.
Una entrevista de Mariano Galindo
