Acabó la Copa del Rey y podemos extraer una serie de conclusiones cumplida ya la mitad de la temporada. Este torneo siempre es un examen: para los que no entraron, pues siempre alguno aspira a estar y no lo logró. Para los que la disputan, siempre con algún equipo jugando mal o dejando malas sensaciones.
También deja bien situados a otros equipos aun perdiendo, como pasó con Andorra y Valencia Basket. Otros quedan en el diván preguntándose qué nos pasa: el año pasado el Barcelona tras perder en cuartos contra el Bilbao Basket, en esta ocasión un triste Unicaja.
Que teniendo la mejor plantilla quizá de toda Europa el Madrid no se pasee es una gran noticia. Que el Andorra le jugara sin miedo y al límite, otra muy buena. En semifinales vimos un partidazo contra el Baskonia y cualquiera pudo ganarlo. Pero dejó esa sensación de que Llull y algún otro sacan fuerzas de donde no hay y tienen una fe tremenda incluso estando 5 abajo en el último minuto.
Del conjunto baskonista hay que decir que lo dio todo pero le faltan mimbres para ser campeón. La baja de Shengelia se notó porque Bargnani no puede jugar a este nivel. No tiene físico para partido de tanta exigencia y ritmo. Tillie cumple de cuatro pero no puede jugar 25 minutos en esa posición porque cuando salió Nocioni al final a crear espacios y lanzar, su defensor natural ahí era el ausente Shengelia.
También sale propulsado muy arriba el Valencia. Con su plantilla de 13 jugadores no parecen peor equipo que Baskonia y desde luego es superior a Unicaja y al actual Barcelona.
Esta Copa, además, ha evidenciado que el físico hoy en día es casi más decisivo que el talento puro. O que la táctica. Hoy se juega a un ritmo tremendo, hay jugadores que parecen incansables. Ahí el Barcelona no llega. Puntualmente compite y puede ganar. Pero Rice y Koponen en la semifinal contra el Valencia no se iban ni de su sombra.
El equipo que dejó una imagen más floja fue el Unicaja puesto que del Gran Canaria se sabía que llegaba con varios jugadores mermados físicamente y tendrían difícil competir, como así fue pues su rival, el Valencia, era todo lo contrario, un bloque duro duro.
En cambio, el conjunto malagueño, con su buena y compensada plantilla no supo dar guerra a este Barcelona tan disminuido por sus flaquezas y lesiones.