
INOLVIDABLE FERNANDO MARTÍN
“Hace treinta años debutó Fernando Martín en la máxima categoría con la camiseta del Estudiantes. Y hoy se cumplen veinte de su muerte en un accidente de tráfico. En medio de esa década vivida a toda velocidad y buscando nuevos retos quedan un sonado traspaso al Real Madrid, una medalla olímpica en Los Angeles, un intento casi suicida de hacerse un hueco en la NBA -fue el primer español en jugar allí aunque su paso por Portland fue testimonial- y el regreso a España para seguir siendo un icono.
Porque ese es el gran mérito de Fernando Martín, ser un icono. Es el 10 eterno, el dorsal que siempre le acompañó, el ideal para un jugador que no era perfecto, pero que ha dejado esa sensación dado su potencial, su carisma y sus éxitos.
«Vive deprisa y deja un bonito cadáver», dicen que comentó una vez James Dean, el joven actor, el ídolo de otra generación, que murió también al volante de un deportivo. Fernando Martín parece que se aplicó ese lema de forma más o menos consciente. Siempre quiso ir más alto y más lejos que nadie, su competitividad se lo exigía, cuentan quienes le conocieron.
Llegó al Magariños y fue el técnico del juvenil allá a finales de los setenta, Pablo Casado, el que le enseñó casi todo, recuerda Angel Goñi, entonces jugador, luego técnico en la cantera y en la ACB.
Por allí también estaba ya Pepu Hernández, que era también técnico en categorías inferiores y afirma que ya se veía en él una futura estrella: «Sí, se notaba que era un talento especial. Apenas había jugado a baloncesto y aprendía rapidísimo. Debutó con el primer equipo con 17 años y ya competía y al año siguiente era el pívot titular y hacía 20 puntos sin problemas».
Formó parte de un quinteto con Gil, Del Corral, Slab Jones y López Rodríguez que acabó subcampeón liguero. Fernando hizo 27 puntos en la primera jornada y su tope fueron 31. Acabó como el décimo máximo anotador del campeonato y se fue al Europeo Junior, donde fue el mejor en anotación. El Joventut le firmó un precontrato, pero el Madrid puso 12 millones de la época y se llevó a Fernando.
Goñi recuerda que «era muy competitivo incluso con nosotros en juveniles. Mejoraba tanto y tan rápido que tras su primer año en el primer equipo cuando vino al junior para ir al Campeonato de España veías que no sabíamos jugar con él. Le dábamos el balón y no sabíamos movernos para poder aprovechar su juego».
Goñi convivió tres años con Fernando y conoce bien esa otra faceta detrás del mito deportivo, el ser humano. «Era muy sencillo -relata-, le gustaba el anonimato, odiaba que le reconocieran en la calle. Se iba al campo con su padre a dar paseos y relajarse». También recuerda que «cuando volvió de Portland retomamos el contacto, íbamos a cenar y buscaba sitios tranquilos. Yo soy navarro y le dije medio en broma un día que tenía que venir a San Fermines conmigo, que allí le iban a mirar por alto pero no por otra cosa y me decía que ‘eso sería genial'».
Añade que «tenía claro que quería triunfar en el baloncesto y que se fuera al Madrid no nos sorprendió nada. No nos dijo nada, lo hizo privadamente pero su personalidad era la de un triunfador y era el paso lógico».
Por su parte, un ex compañero en el Madrid, Quique Villalobos cuenta que «lo que más me sorprende de él veinte años después es recordar lo competitivo que era. Si jugábamos a cartas, en una apuesta, lo que fuera, quería ganar como sea». También su exigencia: «Si íbamos a correr a la Casa de Campo, llegaba el primero. Si hacíamos pesas, levantaba el que más. Yo pensaba ‘joder, si éste es la estrella y se machaca así, cómo no voy a esforzarme yo'».
Villalobos tiene muy presente todavía el fatídico día del accidente y la emoción vivida: «Pasé esa mañana con él porque estábamos lesionados los dos y entrenamos juntos, así que podíamos llegar una hora antes del inicio del partido. Yo iba en mi coche al pabellón y en la radio se decía que un jugador del Madrid había tenido un accidente. Yo no me lo podía creer y cuando llegué al pabellón y me vieron entrar, claro, faltábamos él y yo, así que todos comprendieron que había sido Fernando».
El mismo día del funeral tocaba jugar un partido de la Copa Saporta y Villalobos rememora que «fue tremendo jugar con tanta emoción en el ambiente, con su camiseta del 10 en una silla en el banquillo. Ganamos tras una gran remontada y me acuerdo de Michael Anderson llorando en el vestuario».
Lolo Sainz fue su técnico muchos años. Cuenta que «le fichamos del Estudiantes porque había hecho con 19 años una temporada grandiosa. Nada más llegar nos fuimos a Brasil a jugar el Mundialito de clubs y en su primer partido con nosotros hizo 50 puntos».
El ex seleccionador recuerda que «Fernando era testarudo y muy exigente consigo mismo, con el entrenador y con los compañeros. Pero también jovial y fácil de llevar cuando se le conocía. Hacía pareja al mus con Corbalán y siempre ganaban lo que nos mosqueaba un poco, pero bueno, ganaba y eso le hacía feliz». Concluye que «se fue a la NBA para probarse con los mejores, por testarudez, aunque perdiera dinero».
A continuación, os mostramos un vídeo elaborado por nuestro redactor Francisco de Haro en 2009, cuando se cumplió el entonces vigésimo aniversario de la pérdida de Fernando Martín:
