Ya tiene cuatro con doble pasaporte, uno que no se puede poner en duda como es el de Bramos. Los otros huelen a distancia según explican personal del mundo del baloncesto conocedoras de los entresijos que mueven este tráfico de pasaportes. Los amarillos pueden poner un quinteto con Green, Haynes, Bramos, Nelson y Xavi Rey, por ejemplo. Todavía pueden añadir dos extranjeros más a su plantilla. El club canario reconoce que Haynes ha cogido esa nacionalidad.
A estas alturas, ya da igual si es un pasaporte legal o no, que es algo muy probable dada la rapidez con la que se ha tramitado y que siempre se busque una federación pequeña como la georgiana, macedonia, búlgara o azerbayana. El caso es que los clubs promueven estos cambios de nacionalidad interesados y que sólo buscan liberar una plaza de extracomunitario.
Por ello mismo Fitch, Carroll, Caner-Medley o Judson Wallace también buscan doble pasaporte. No menos curioso es la extraña manera que tiene el Gran Canaria de acoger a estos jugadores. Tarde o temprano alguno va a ser pillado in fraganti, como pasó con el ‘búlgaro’ Mickeal hace unos años o este verano en el aeropuerto de Roma con Omar Thomas, detenido por la policía por enseñar un pasaporte esloveno falso.
Para el jugador el negocio es redondo porque su cotización aumenta. Lo triste y lo que debería avergonzar a toda la ACB como liga y como estructura es que busque estas falsas, por interesadas y comerciales, dobles nacionalidades. Como ya explicó esta web en una serie de reportajes, los clubs llaman a los agentes y preguntan si tal o cual americano puede conseguir un pasaporte comunitario. El agente de turno se pone a ello y en unas semanas ha convencido a un funcionario bosnio, búlgaro o georgiano de que se lo concedan.
Según informa L’equipe, Haynes al menos va a jugar este verano con Georgia. Pero el gran periódico francés se pregunta en su información si Haynes ha descubierto de repente antepasados georgianos dado que en Francia ha jugado en los últimos años como americano. Pero ha sido llegar a la ACB y cambiar de nacionalidad. QUÉ VERGUENZA