El Barcelona inconsistente, irregular, de poca anotación y poca fiabilidad del periodo octubre-diciembre ha dado paso a un equipo muy distinto. El Barça del periodo enero-marzo ha jugado 20 partidos y ha ganado 18, un tercio de ellos por palizas de entre 20 y 45 puntos.
Las dos derrotas en estos dos meses y medio han sido en Valencia, por un ajustado 95-93, y en la final de la Copa del Rey, cuando el Real Madrid se impuso por 77-76 con esa canasta de Llull sobre la bocina.
En total, el margen medio de ventaja sobre sus rivales de las 18 victorias que ha alcanzado en los últimos tiempos es de 14,7 puntos. En la Euroliga han sido 10 triunfos en el Top 16, incluidos los logrados en canchas siempre difíciles como las de Fenerbahce, Olympiacos y Panathinaikos. En total su margen aquí es de 101 puntos, a 10,1 de media.
Si los resultados dicen muchas cosas buenas del conjunto azulgrana, quizá sean aún mejor las sensaciones que transmite. Gana con autoridad, domina el rebote, corre más que en pasados años porque hay más jugadores con capacidad de hacer buenas transiciones, la anotación está muy repartida ante el bajón de Navarro y Lorbek, la mejoría de Abrines o Nachbar, el mayor peso en el equipo de Oleson o la capacidad de Dorsey y Papanikolaou de hacer muchas cosas en ambos lados de la pista.
Todo ello provoca ver al Barcelona con una imagen de solidez y preparado para las grandes batallas. Ya lo hizo en la Copa, cuando saboreaba el título y Llull se lo quitó de los labios. En el Top 16 está invicto. En un mes tocará vivir la eliminatoria de cuartos de final de la Euroliga.