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Contracrónica del triunfo merengue: la atrevida apuesta de Pablo Laso encuentra su merecida recompensa

Después de quedarse el pasado curso a las puertas de la gloria en el campeonato doméstico -desperdiciando un 2-1 a favor- y tras la decepción que supuso su derrota en la final de la Euroliga, a la tercera fue la vencida para el Real Madrid de Pablo Laso, que por fin ve recompensado con un gran título su atractivo planteamiento.

Una apuesta que nos reconcilia con el baloncesto como espectáculo lúdico, donde los jugadores no ven capado su talento y son ellos quienes llevan la iniciativa, sin temer un ‘banquillazo’ a la primera pérdida o mal lanzamiento. Un ‘run and gun’ que -con sus defectos y virtudes- es toda una muestra de respeto hacia el aficionado que paga una entrada o enciende la tele pretendiendo pasar un buen rato.

Estilo del que curiosamente los blancos no han podido hacer gala en esta final -salvo este miércoles-, aunque sí fue su vehículo para alcanzarla. Y es que llegado el momento decisivo, lo primordial es ganar y para eso hay que saber adaptarse a las circunstancias. Aspecto que diferencia al actual conjunto merengue del de la campaña anterior, donde los de Laso eran incapaces de salirse de su frenético guion.

Así cayeron eliminados en el ‘Top 16’ de 2012 tras una dura derrota en Miribilla, mientras que este año son innumerables los partidos que el Real Madrid supo levantar estando debajo en el marcador, dentro y fuera del Palacio, frente a toda clase de equipos y estilos, demostrando una gran capacidad competitiva.

¿Su secreto? Un amplio fondo de armario en ocasiones incluso infrautilizado; una plantilla que goza de varias puntas de lanza sin que ninguna de ellas sea absolutamente imprescindible en la alineación. Ni Mirotic -por mucho MVP que sea-, ni Sergio Rodríguez -cuya magia se perdió a partir del segundo choque de la final-, ni tampoco Rudy, cuyas prestaciones se presumen escasas para su rol y salario, si bien cierra con dos títulos su primera temporada completa de blanco.

Es la fuerza del grupo, donde cada día toma uno el protagonismo. Oportunidad que los pívots ven limitada en virtud del ‘run and gun’, aunque curiosamente Felipe Reyes haya sido el factor determinante y el baloncestista más regular en la serie decisiva.

Verdad es que algunos jugadores que fueron estrellas en sus escuadras de origen -Carroll, Suárez, Hettsheimeir o Draper- tienen un papel secundario, aunque Laso ha conseguido de ellos su máximo compromiso en los escasos minutos que disputan. Conviene puntualizar que compromiso no siempre es sinónimo de lucimiento, pero nadie puede decir que los cuatro anteriormente nombrados se escondan sobre la cancha.

No obstante, lo único indiscutible es que -con sus errores y aciertos-, el técnico vitoriano ha devuelto el cetro liguero al Madrid seis años después, sin renunciar a unas ideas que -esperemos- marquen tendencia como lo hacen todos los ganadores.

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